Era una noche oscura y tormentosa, como todas las noches para mi existencia, me encontraba sola mientras esperaba la llegada de mis padres. Nosotros vivíamos en una pequeña casa en medio del bosque pues a mi madre le gustaba estar rodeada de la naturaleza junto a mi padre, menos a mi. Detestaba estar en ese lugar desde que nos mudamos no hace mucho.
Esa noche mis padres se habían ido por una emergencia que le había pasado a la abuela y me dejaron sola junto a mi perro llamado Sam quien siempre era el que terminaba por acompañarme en esas noches. Las luces tintineaban debido a la mala conexión eléctrica -quiero creer- y Sam se comenzó a poner nervioso y consiguió que yo misma lo hiciera.
Alguien tocó a la puerta y creí que habían sido mis padres por lo que fui y abrí la puerta, para mi sorpresa no había nadie y cuando estaba a punto de cerrar la puerta Sam salió corriendo adentrándose al bosque mientras ladraba lo más alto que podía.
Me asusté y preocupé al mismo tiempo pues si Sam se perdía sería toda mi responsabilidad y no podría decirles a mis padres la mala noticia mirándolos. Fui hacia mi habitación y encontré la linterna de papá colgada detrás de mi puerta. La tomé, así como una pequeña mochila en donde tenía guardada unas estrellas que alumbran en la oscuridad -las cuales eran para mi habitación pero no las había puesto- y armándome de valor salí de la casa en busca de mi perro.
La luz de la luna iluminaba un poco aquél bosque y las sombras de los árboles se dejaban ver junto al sonido de mis pasos. Para ser honesta no me agrada la oscuridad sin embargo Sam era todo lo que tenía para hacerme compañía y no podía permitirme perder a mi único amigo.
Seguía caminando llamando a mi perro con viva voz y mirando a los alrededores sin alejarme mucho de ciertas marcas que iba dejando en el suelo para no perderme cosa que me resultaba un poco difícil pero iba dejando las estrellas a cada cierta distancia. Escuché pasos por lo que creí que era Sam regresando a mi después de su pequeña aventura y así fue, o eso creí. Miré a mi derecha y noté una silueta de un perro y al iluminar con la linterna noté que no era Sam pues este perro era de color negro. Me quedó mirando y traté de no moverme pues no sabía lo que ese perro sería capaz de hacer. Grave error porque aquél perro se fue directo hacia mi, me asusté y comencé a correr olvidando por completo la linterna y la mochila pero no fue mucho, el perro ya estaba sobre mi. Grité por ayuda y esperando a que alguien me escuchara y mis lágrimas estaban a todo lo que daba.
De pronto escuché a alguien dar un grito, más bien fue una orden y el perro se retiró de mi y al mirar noté como una mujer se iba acercando a mi y detrás de ella se encontraba Sam, a quien buscaba con desesperación.
La mujer ayudó a levantarme y calmó mi llanto diciendo que aquél perro no me había hecho daño y que solo quería jugar conmigo, le pertenecía a ella y que su nombre era Dogue. Y era verdad, el miedo me hizo creer que estaba siendo dañada cuando en realidad lo único que hacía el perro era olfatear y lamer.
Luego de una plática que tuvimos mientras me acompañaba de regreso a casa me dijo que era una vecina de nosotros y que por las noches le gusta tomar una caminata por los alrededores pues le encantaba ver las estrellas iluminar el cielo y las diferentes fases de la luna. También me dijo que hay varios animales que solo se pueden ver a esas horas. De igual manera se disculpó por no ir a visitarnos y darnos la bienvenida a mi y a mi familia por cuestiones de trabajo, al parecer ella era una escritora que le gustaba tomar inspiración mientras realizaba sus caminatas y que cuando yo quiera podía ir a visitarla y me mostraría sus trabajos. Asentí cuando lo mencionó algo emocionada y para cuando llegamos a la puerta de mi casa se despidió de mi con una amplia sonrisa la cual devolví.
Abrí la puerta y aún no habían llegado mis padres pero ahora estaba más tranquila junto a mi perro, cerré la puerta hasta dejar de verla desde lo lejos y fui hacía mi habitación para irme a dormir esperando a la siguiente noche para poderla volver a ver.
Esa noche mis padres se habían ido por una emergencia que le había pasado a la abuela y me dejaron sola junto a mi perro llamado Sam quien siempre era el que terminaba por acompañarme en esas noches. Las luces tintineaban debido a la mala conexión eléctrica -quiero creer- y Sam se comenzó a poner nervioso y consiguió que yo misma lo hiciera.
Alguien tocó a la puerta y creí que habían sido mis padres por lo que fui y abrí la puerta, para mi sorpresa no había nadie y cuando estaba a punto de cerrar la puerta Sam salió corriendo adentrándose al bosque mientras ladraba lo más alto que podía.
Me asusté y preocupé al mismo tiempo pues si Sam se perdía sería toda mi responsabilidad y no podría decirles a mis padres la mala noticia mirándolos. Fui hacia mi habitación y encontré la linterna de papá colgada detrás de mi puerta. La tomé, así como una pequeña mochila en donde tenía guardada unas estrellas que alumbran en la oscuridad -las cuales eran para mi habitación pero no las había puesto- y armándome de valor salí de la casa en busca de mi perro.
La luz de la luna iluminaba un poco aquél bosque y las sombras de los árboles se dejaban ver junto al sonido de mis pasos. Para ser honesta no me agrada la oscuridad sin embargo Sam era todo lo que tenía para hacerme compañía y no podía permitirme perder a mi único amigo.
Seguía caminando llamando a mi perro con viva voz y mirando a los alrededores sin alejarme mucho de ciertas marcas que iba dejando en el suelo para no perderme cosa que me resultaba un poco difícil pero iba dejando las estrellas a cada cierta distancia. Escuché pasos por lo que creí que era Sam regresando a mi después de su pequeña aventura y así fue, o eso creí. Miré a mi derecha y noté una silueta de un perro y al iluminar con la linterna noté que no era Sam pues este perro era de color negro. Me quedó mirando y traté de no moverme pues no sabía lo que ese perro sería capaz de hacer. Grave error porque aquél perro se fue directo hacia mi, me asusté y comencé a correr olvidando por completo la linterna y la mochila pero no fue mucho, el perro ya estaba sobre mi. Grité por ayuda y esperando a que alguien me escuchara y mis lágrimas estaban a todo lo que daba.
De pronto escuché a alguien dar un grito, más bien fue una orden y el perro se retiró de mi y al mirar noté como una mujer se iba acercando a mi y detrás de ella se encontraba Sam, a quien buscaba con desesperación.
La mujer ayudó a levantarme y calmó mi llanto diciendo que aquél perro no me había hecho daño y que solo quería jugar conmigo, le pertenecía a ella y que su nombre era Dogue. Y era verdad, el miedo me hizo creer que estaba siendo dañada cuando en realidad lo único que hacía el perro era olfatear y lamer.
Luego de una plática que tuvimos mientras me acompañaba de regreso a casa me dijo que era una vecina de nosotros y que por las noches le gusta tomar una caminata por los alrededores pues le encantaba ver las estrellas iluminar el cielo y las diferentes fases de la luna. También me dijo que hay varios animales que solo se pueden ver a esas horas. De igual manera se disculpó por no ir a visitarnos y darnos la bienvenida a mi y a mi familia por cuestiones de trabajo, al parecer ella era una escritora que le gustaba tomar inspiración mientras realizaba sus caminatas y que cuando yo quiera podía ir a visitarla y me mostraría sus trabajos. Asentí cuando lo mencionó algo emocionada y para cuando llegamos a la puerta de mi casa se despidió de mi con una amplia sonrisa la cual devolví.
Abrí la puerta y aún no habían llegado mis padres pero ahora estaba más tranquila junto a mi perro, cerré la puerta hasta dejar de verla desde lo lejos y fui hacía mi habitación para irme a dormir esperando a la siguiente noche para poderla volver a ver.
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