lunes, 10 de octubre de 2016

Sólo Mía - Drabble de Octubre



Las voces se escuchaban cada vez más fuertes ¿Qué más podía hacer? Era obvio que tenía que hacer algo para silenciar todas esas voces que me atormentaban por las noches las cuales no me dejaban dormir con tranquilidad.
Verla ahí junto a mi hacía que las voces disminuyeran hasta el día de hoy reclamaban tenerla para mí por completo. Su blanca y tersa piel me atraía con una locura que sólo pocos podrían experimentar y que muchos proclaman haberlo tenido, pero no, no lo conocen tan bien como yo.
La invité a mi departamento, engañada por supuesto, pon una dulce mentira de que el amado que la había dejado quería charlar con ella y quería que se vieran en mi departamento para no ser molestados por personas que estuvieran a los alrededores.
Mi inocente y tierna niña atravesó aquella puerta de entrada la cual cerré con cuidado para no despertar algunas sospechas. Caminaba a su espalda y al voltearse la silencié con aquella fragancia del amor llamado cloroformo. La tomé antes de caer al suelo para no que no estropeara ese bello rostro angelical que tanto me obsesionaba.
Se había maquillado de una manera en la que los mismos ángeles tendrían envidia con tanta magnificencia que poseía y aquél cabello negro y ondulado emanando una fragancia que solo ella era capaz de tener.
La voces iban en aumento cuando me acercaba cada vez más al dormitorio donde por y para siempre me pertenecería tan bella paloma que cayó en mi jardín. “Debes hacerlo” repetían una y otra vez las voces que resonaban en mi mente mientras pasábamos a un lado de mi cama “¡Debes hacerlo ahora!” exclamaban pero trataba de no hacerles caso a pesar de que solo a ellas escuchaba, impidiendo sentir y escuchar la bella y tranquila respiración de mi dulce paloma.
¿Por qué preferías a ese demente antes que a mí? Mira lo que hice por ti.

En mi baño tus ropas siendo manchadas con aquél fluido carmín que emanaba de tu yugular, palpitante y rebosante aquella que manchaba mi cuerpo y toda la tina en la que nos habíamos puesto. Las voces por fin se silenciaban y ahora era mi turno de ir a donde te tendré por el resto de la eternidad, oscura como la noche, y roja pasión como el color de tus labios y el tono de tu sangre. Amada mía, sólo mía.

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